Por Página Oficial de All Boys. - La historia marca que José Romero
nació el 3 de noviembre de 1951 en el Hospital Alvarez. “Viví de
pibe en Cuenca y Rivadavia pero a los cuatro años mis viejos se
mudaron a Caseros y desde ahí nunca más volví a vivir en el
barrio”. Sin embargo esa primera semilla fue la que germinó para
lo que luego terminó siendo la relación de Pepe con el club. “Un
día me encontré con un tal Mario, que era un policía de Caseros y
que hacía seguridad en el boliche Zodíaco y era hincha de All Boys.
Mario iba a lleva a dos chicos a probarse en All Boys y como a mi me
encantaba el fútbol me colé. Hicimos la prueba y quedamos los tres,
pero yo no tenía edad para ficharme y por eso no me pudieron hacer
el carnet”. Pepe quedó por sus condiciones pero el documento lo
obligaba a seguir esperando su chance, aunque los encargados de
inferiores del club sabían que había llegado un pibe con mucho
futuro. “Me quedé un año con el Gordo Flores y Cacho Romero
jugando amistosos y entrando un poco en los entretiempos de la
primera. Antes se acostumbraba a que los chicos del club jugasen un
rato en los 15 minutos de descanso”. Por aquellos días no era
común que los pibes salten a primera tan rápido, pero entre las
urgencias del club y el talento de Romero, a los 16 años le llegó
la gran oportunidad de su vida. “Una tarde me vio jugar el Gordo
Colucci que manejaba la primera y me dijo que el sábado debutaba. Y
así fue, a los 16 años y contra Excursionistas en cancha de
Argentinos debuté. Perdimos 2 a 1 y jugué de titular”. En 1972
consiguió el título en la B y el tan ansiado ascenso a Primera.
Pero cuando pensaba que arrancaba una carrera larga en el fútbol
apareció la lesión que tiró todo por la borda. Una tarde, en un
entrenamiento, la carrera de Romero iba a cambiar para siempre.
“Levanté las rodillas al pecho y sentí un pinchazo fuerte en la
espalda. No le di mucha bola pero de a poco se fue agravando hasta
que no me dejaba mover. Ese año jugué con Estudiantes el último
partido y al otro día apenas me levanté me apliqué una inyección
de vitaminas que me devolvió el dolor con todo. Entonces los médicos
me tenían de un lado al otro, uno decían que era hernia de disco,
otros que era la inyección. La cuestión es que me comí un año
parado y cuando volví nunca más fui el mismo”.
“Después del retiro estuve dos años
sin querer saber nada de fútbol. A fines del 80 All Boys se iba al
descenso y Juan Pinto me convocó para dirigir alguna División
Infantil. Ahí empecé a armar mi carrera de técnico, pero después
con el tiempo dudé si me llamaron para eso o para que pueda
retirarme en el club. Porque Jorge Rilo, que era el técnico de
primera, vino un día y me pidió que jugara. Me hicieron un contrato
simbólico porque nunca cobré un peso por eso y en el 81 jugué acá
en la B después de estar dos años parado. Anduve más o menos, ja.
Nunca tuve continuidad porque seguía con mi problema, aunque al
menos tuve la satisfacción de poderme retirar con la camiseta de All
Boys”.
La etapa de jugador estaba cerrada y
ahora comenzaban a escribirse las primeras líneas de lo que con el
tiempo sería la carrera de entrenador más exitosa de nuestra
historia. Sin embargo los días en All Boys no eran sencillos y más
allá del cariño que Pepe le tenía al club, nadie le hizo fácil
sus días, todo lo contrario. Más de una vez tuvo ganas de irse,
pero bancaba todo por esa pasión que se había encendido en los
viejos tablones del Gasómetro cuando tuvo su primera vez como
hincha. “Dirigía las inferiores pero acá había tanto lío, tanto
descontrol, que varias veces me tocó hacer interinatos en primera.
Es más, a veces me tocaba dirigir todo a la vez. Fue duro, muy duro,
muchas veces me fui con bronca a mi casa porque no me pagaban, tenía
q estar atrás de una puerta para que me tiren un peso. Y uno seguía
poniendo el hombro por el amor del club”. “A fines de 2002 Fruto
y Capurro me llamaron para volver. “Ni loco, no voy más”, les
dije. Ellos insistieron con que había otro presidente, que estaban
cambiando las cosas y bueno le di para adelante. Volví para armar un
selectivo que era el sueño de todos. Ahí empecé a laburar con
Cairo y el objetivo era sumar pibes a primera. Me di cuenta que había
otra manera de trabajar, al menos nos pagaban en término y eso es
importante. De a poco fui otra vez tomando el gusto”. “Tuve un
poco de prudencia en 2007 pero Bugallo me fue claro. Me dijo que si
subíamos a la B Nacional venía otro técnico y si nos quedamos en
la B seguía yo. Ja, entonces me conviene no ascender, le dije.
Cuando no ascendimos sabía que ya tenía que pensar en el armado del
equipo y desde la Comisión Directiva se decidió armar una sub
comisión de fútbol y empezamos a delinear el equipo. Hasta ese
momento estábamos con Cairo y Pitón y nos fuimos a hacer la
pretemporada a Mercerde los tres solos”. Ese tiempo sirvió para
conocer a los nuevos y extender lazos con los viejos caudillos que
serían los puntales del equipo. Ese grupo bárbaro logró lo que
nadie había podido, ni los técnicos más caros de la categoría.
Pepe armó un equipo soñado que en un año logró ascender a la B
Nacional y en dos más a Primera. Pero para Romero el significado del
primer ascenso excede cualquier logro posterior. “Disfruté más en
todo sentido el ascenso al Nacional. Me quebré como un chico, como
no me pasa muy seguido. Es que habíamos pasado por muchas cosas, me
acordé de mi viejo, de todas las cosas que había tenido que
soportar en otras etapas para poder vivir ese momento. Fue
emocionante por todos lados. Mi viejo soñaba con verme en ese lugar
y no pudo llegar, eso también fue muy movilizante. Obviamente que el
ascenso a Primera se festejó, pero más por el contexto que por lo
que significaba interiormente”.
La historia la escribió Pepe Romero
desde aquella tarde en 2007 cuando tomó las riendas del equipo en la
Primera B. Pero al lado de Pepe siempre estuvieron los profesionales
que ayudaron a construir este presente maravilloso. Aníbal Bigeri ya
no está, pero quedan Luis Cairo y Hernán Pittón, los dos
preparadores físicos que siempre demostraron estar a la altura de
las circunstancias y respondieron con un trabajo de excelencia.
-¿Te vas solo o te llevas a tu cuerpo
técnico?
-En realidad somos cuatro gatos locos.
ja. Pero sí, el otro día Cairo y Pittón hablaron conmigo y me
comunicaron que también se van. Lo hacen por respeto, por ética y
es un gran gesto por parte de ellos. Nosotros crecimos juntos y
decidieron terminar conmigo el vínculo y a pesar de que van a
necesitar el trabajo. Ojalá algún día pueda volver a darles una
mano.
-¿Cuál va a ser tu futuro? ¿Tenés
algún equipo arreglado?
-En realidad no hay nada, se habló
mucho pero mucho. Me llevaron a Chile, a Ecuador, de acá me pasearon
por todos los clubes. De Colón, que iba a reemplazar a Martino, que
si Independiente se iba a la B me llamaban, pero no tengo ni idea de
donde sacan las cosas. Yo ahora quiero cerrar esta etapa y después
comenzar a buscar tranquilo un nuevo desafío. Pero la realidad es
que hoy no hay nada.
-¿Vas a volver a ver al equipo en la
platea? Esa imagen puede ser fuerte para tu sucesor...
-Yo voy a estar siempre que el club me
necesite, pero tengo en claro que si algún día vuelvo a la cancha
para ver al equipo como hincha, será cuando las cosas estén bien.
No soy de los que aprovechan las situaciones, ni loco. No es mi
estilo...
-¿Quién debería ser tu sucesor?
-Yo siempre dije que me gustaba alguien
del riñón del club. Es mi opinión por lo que se puede dar teniendo
siempre presente el amor por la camiseta y el conocimiento del día a
día. Pero también entiendo que hay técnicos muy capaces y de mucha
experiencia que le pueden hacer bien al club. Ojala que al que venga
le vayan bien, eso es lo único que me importa.
-¿Cómo será la despedida?
-Chau, hasta la próxima. Creo que esa
será la mejor manera de irme. Porque algún día estaremos otra vez
pero hoy no pienso en eso. Hoy ni se me cruza por la cabeza la
vuelta, si estuviese pensando en la vuelta, directamente no me voy.
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